sábado, 12 de enero de 2013

CUANDO ARISTÓTELES MIRABA AL CIELO

Demuestran los tratados de Aristóteles acerca de la metafísica, física, ética, biología, política, retórica…la heterogeneidad de sus estudios, que me ha permitido elegir  un tema que realmente me gusta, la astronomía, a tratar en esta entrada.

Cabe destacar la importancia de la teoría astronómica aristotélica ya que perduró hasta el siglo XVI cuando Copérnico cambió el concepto e introdujo una serie de paradigmas, concibiendo el Sol como centro del universo. Aristóteles sostuvo un cosmos esférico y finito regido por un sistema geocéntrico, en el cual la Tierra se situaba en el centro mientras que el resto de los astros giraban alrededor de ella. El movimiento de los astros coincide con la noción de aquel movimiento exigido para la posibilidad del tiempo como serie uniforme e infinita de los “ahora”. Esta última afirmación tiene una explicación:


Según Aristóteles, el tiempo es algo propio del movimiento: decimos que hay tiempo porque distinguimos entre un “antes” y un “después” distinto (si no hay un antes y un después distintos, es decir, si no hay cambio, no tendría sentido hablar de tiempo). Aristóteles llega a entender el tiempo como una serie uniforme (infinita) de los “ahora”. Pensó entonces que debía existir un movimiento que respondiese a esas características del tiempo:

1-  Un movimiento que sea continuo, esto es: indefinidamente divisible, que puedan señalarse en él infinitas posiciones intermedias.

2- Que de todas esas infinitas soluciones que pueden señalarse, ninguna esté especialmente señalada como suya (es decir, propia de ese movimiento). En la seria de los “ahora” todos los “ahora” son iguales, aunque lo que “ahora” es sea en cada caso distinto.

3- Tampoco puede haber un “comienzo” ni un “final” de ese movimiento. El “instante inicial” y el “instante final tendían que ser –según el punto 2- tan instantes (tan “ahora”) como los demás, y todo “ahora” es el límite entre un “antes” y un “después”, de modo que lo de “instante inicial” e “instante final” carece de sentido.

Así pues, estas condiciones sólo las cumple el movimiento circular. De un modo más sencillo, en el movimiento circular todas las posiciones son iguales;  todos los puntos son  comienzo y final y absolutamente igual al resto. El movimiento circular es el único que, por su propia naturaleza, excluye toda cualificación de las posiciones





Los griegos habían analizado geométricamente los movimientos de los astros visibles. Tomando la Tierra como punto fijo,  encontraban que las trayectorias de los astros son circulares o son composición de movimientos circulares. La Tierra, a la que Aristóteles sitúa  en el centro del Cosmos, es también el elemento “tierra”. En efecto, para él, los cuatro elementos se disponen según sus lugares propios en esferas concéntricas (de abajo a arriba: tierra, agua, aire, fuego) toda ellas por debajo de la esfera de la luna. Se trata de los elementos del mundo sub-lunar (donde tiene lugar la corrupción y el movimiento rectilíneo). El filósofo considera de acuerdo con lo que ve, que en los astros no hay otro movimiento que el cambio circular de lugar. No nacen ni perecen, como los elementos del mundo sublunar, sino que están constituidos de un quinto elemento, que no se mezcla con los demás ni se transforma en otra cosa; el éter.

Finalmente, siguiendo el razonamiento anterior, he llegado a la conclusión de que el tiempo según Aristóteles se mide respecto al movimiento de los astros, el movimiento circular. Con un ejemplo del filósofo se comprende mejor: el cielo no da una vuelta en un día o el Sol una vuelta en un año, sino que “un día” es por la vuelta del cielo y “un año” es por la vuelta del Sol. Así pues...


 No es accidental que midamos el tiempo por la posición de los astros”.


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